Dura imagen que todos tratamos de eludir en nuestros pensamiento pese a tratarse de una realidad ineludible que, lo queramos o no, siempre llega para llevarse a nuestros seres queridos, primero, y luego a nosotros. Certeza absoluta. Por eso, aunque en esta sociedad materialista, hedonista, consumista, narcotizada y superficial que quieren imponernos, parece estar prohibido o no ser cool hablar de la muerte, es bueno que no nos dejemos arrastrar. Que con serenidad nademos contra corriente valorando en su plena importancia lo verdaderamente importante (y efímero) en nuestras vidas y en lo que casi no reparamos. Por ejemplo, esa persona que ahora está sentada junto a ti toda la tarde y te ama. No dejes que te roben el regalo de tenerla ahora que está. No mates el tiempo. Vívelo. «Somos el tiempo que nos queda» ( JM Caballero Bonald)
Resucitarán
Los pájaros que en sus nidos
mueren, ¿a dónde van?
¿Y en qué lugar escondidos
están, muertos o dormidos,
los besos que no se dan?
Nacen, y al punto traviesos
hallar la salida quieren;
¡pero como nacen presos,
se enferman pronto mis besos
y, apenas naces, se mueren!
En vano con raudo giro
éste a mis labios llegó.
Si lejos los tuyos miro...
¿sabes lo que es un suspiro?
¡Un beso que no se dio!
¡Que labios tan carceleros!
¡Con cadenas y cerrojos
los aprisionan severos,
y apenas los prisioneros
se me asoman a los ojos!
¡Pronto rompe la cadena
de tan injusta prisión,
y no mueran más de pena,
que ya está de besos llena
la tumba de mi corazón!
¿Qué son las bocas? Son nidos.
¿Y los besos? ¡Aves locas!
Por eso, apenas nacidos,
de sus nidos aburridos
salen buscando otras bocas.
¿Por qué en cárcel sepulcral
se trueca el nido del ave?
¿Por qué los tratas tan mal,
si tus labios de coral
son los que tienen la llave?
Besos que apenas despiertos,
volar del nido queréis
a sus labios entreabiertos,
en vuestra tumba, mis muertos,
dice: ¡Resucitaréis!
Para entonces
Quiero morir cuando decline el día,
en alta mar y con la cara al cielo,
donde parezca sueño la agonía
y el alma un ave que remonta el vuelo.
No escuchar en los últimos instantes,
ya con el cielo y con el mar a solas,
más voces ni plegarias sollozantes
que el majestuoso tumbo de las olas.
Morir cuando la luz triste retira
sus áureas redes de la onda verde,
y ser como ese sol que lento expira;
algo muy luminoso que se pierde.
Morir, y joven; antes que destruya
el tiempo aleve la gentil corona,
cuando la vida dice aún: «Soy tuya»,
aunque sepamos bien que nos traiciona.
Manuel Gutiérrez Nájera
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