GLENN GOULD
LAS VARIACIONES GOLDBERG DE J. S. BACH
LAS VARIACIONES GOLDBERG DE J. S. BACH
Navegando por la red me he encontrado en YouTube con este magnífico vídeo en el que se ve al excéntrico y genial Glenn Gould interpretando las Variaciones Goldberg de Bach. Este pianista, tan particular, no solo conocía y dominaba a la perfección la técnica pianística que exigen las obras de J.S.Bach, sino que se identificaba con la música, en su compleja e inaccesible psiquis, hasta tal extremo que parecía fundirse con el piano, ajeno, a cuanto le rodeaba, mientras "canturreaba" por lo bajo los temas que interpretaba para desesperación de los técnicos de sonido de grabación.
Los amantes del piano me lo agradecerán, como yo se lo agradezco a Zambrano por haberlo subido a YouTube. Espero que lo disfrutéis. Merece la pena.
http://elpais.com/diario/2007/04/04/cultura/1175637601_850215.html señalaba en un formidable artículo ;
El enigma de un pianista revolucionario
Una nueva biografía y un libro de entrevistas indagan en la compleja personalidad del mito de Glenn Gould
Elsa Fernández-Santos
Madrid
4 ABR 2007
Lo que ocurre entre mi mano izquierda y mi mano derecha es un asunto
privado que no le importa a nadie". Así zanjaba Glenn Gould en 1974 la
pregunta del periodista Jonathan Cott sobre la célebre postura que
adoptaba frente al piano. Flexionado como un feto en el útero materno,
Gould (Toronto, 1932-1982) se sentaba sobre una silla de madera
paticorta (construida para él por su padre) que dejaba su nariz a ras
del teclado.
Encorvado, siempre ensimismado, canturreando, el pianista canadiense rompió con su excéntrica personalidad las leyes que hasta entonces marcaban la pauta estética -y escénica- de los concertistas. Subía al escenario con el frac arrugado bajo una -o varias- bufandas, abrigo y mitones.
Dejaba sus manos a remojo durante veinte minutos antes de tocar
y siempre evitaba el contacto físico (a lo Howard Hughes) con extraños.
Huía de la fama, de su público, y sólo encontró respiro en las
herméticas salas de grabación.
Pero sus salidas de tono, su adicción a las pastillas y su patológica
fobia a lo extraño sólo son parte del culto a la personalidad de uno de
los pianistas más intensos y brillantes de la historia, un hombre
escurridizo y errático, que plantó cara a las tradiciones y cuya versión
de Las variaciones Goldberg de Bach (más allá de ser la pieza
predilecta de los banquetes de casquería del caníbal Hannibal Lecter) es
un hito del siglo XX.
Dos nuevos libros -la biografía Vida y arte de Glenn Gould, escrita por Kevin Bazzana y publicada por Turner, y Conversaciones con Glenn Gloud,
de Jonathan Cott, editado por Global Rythm dentro de su colección
PoliRitmos, en la que está previsto publicar el próximo otoño la
correspondencia del pianista- indagan en la compleja personalidad de
Gould. Su muerte prematura, a los 50 años, y su repentina retirada de
los escenarios, a los 34, contribuyeron notablemente a agrandar su
leyenda. Sobre su retirada, él explicó que tenía que ver con su negativa
a entrar en el espíritu competitivo que esconde todo virtuosismo
exhibicionista.
Un derrame cerebral, provocado por una infección mal atendida, causó
su imprevista muerte días después de su cumpleaños. Los médicos no se
alertaron: Gould llevaba años con dolores de cabeza, resfriados y males
menores para los que se automedicaba de manera compulsiva. Ya entonces
la figura de Gould estaba rodeada de leyendas y desconcierto. Su
psiquiatra, Peter Ostwald, explicó que su personalidad, aunque no se
podía catalogar, tenía muchos elementos del síndrome de Asperger, una
variante del autismo en la que confluyen una sensibilidad extraodinaria
para los estímulos sensoriales con actitudes obsesivas en la rutina y
una fobia acusada a todo acto social.
Jonathan Cott (autor de la biografía de Bob Dylan On the sea of memory)
habló con Gould durante varias ocasiones a lo largo de 1974. Gould
tenía entonces 42 años y vivía retirado de la vida pública, sumergido en
sus grabaciones de estudio. Todas las conversaciones con Cott se
mantuvieron por teléfono (aparato que Gould adoraba) y en ellas se
trasluce la erudición del músico, sus manías y sus gustos. "Duermo con
la radio puesta. De hecho, desde que dejé el Nembutal soy incapaz de
dormir sin la radio", le confiesa en un momento al entrevistador para
luego explicarle que no entiende a la gente a la que le molestan los
ruidos de fondo: "La radio me permitió superar un bloqueo mental con el Opus 109,
de Beethoven. Me resulta imposible entender a la gente a la que le
molestan los hilos musicales. Yo me pasaría la vida subiendo y bajando
en un ascensor. Por sosa que sea, no me molesta. No discrimino".
Escuchando la radio, Gould descubrió a Petula Clark y a los Beatles.
Adoraba a la cantante del sur de Inglaterra y le horrorizaba el cuarteto
de Liverpool.
Según Kevin Bazzana la leyenda de Gould está llena de exageraciones.
Su negativa a estrechar la mano en realidad sólo era con los
desconocidos por miedo a alguna fractura (los peores, según llegó a
contar Gould a un amigo, eran los jóvenes y los hombres de baja
estatura). Lo cierto es que los demonios internos le acechaban desde
niño y el rechazo a lo extraño no era una farsa. Gould, que sólo tuvo
dos profesores de piano -su madre y el chileno Alfonso Guerrero, a quien
dejó el día que consideró que ya no tenía nada más que aprender de él-
vivió una vida ermitaña y monacal. "El ego de Gould era tan frágil como
resistente", escribe Bazzana. Y su influencia en generaciones
posteriores definitiva, añade el biógrafo que citando a otro mito,
Herbert von Karajan, concluye: "Su estilo abrió el camino del futuro".
Descansa en paz, Maestro !!
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